¿De qué hablamos cuando hablamos de equidad de género?
El concepto de “equidad de género” ya se instaló y se quedará. Por eso, es clave entender sus alcances. Esta es la visión que nos entrega la Dra. © Bárbara Eytel Pastor, directora de Equidad de Género, Universidad de La Frontera.
Lunes 7 de marzo de 2022 | 22:11
Por: Hortencia Fritz A.
En la obra “El árbol del conocimiento”, el destacado biólogo chileno Humberto Maturana nos explica con claridad una idea sorprendente: “Somos en el lenguaje”. Así de trascendental es la conversación; el habla en la existencia humana. Por eso, las palabras no son inocuas y es importante usarlas bien.
Desde hace décadas, la conmemoración del 8M nos presenta nuevas visiones y nos acerca a una profunda reflexión. De hecho, algunos de sus conceptos han logrado permear el diálogo en distintos espacios.
Es así como podemos constatar el avance de importantes transformaciones. Uno de estos conceptos es el de “equidad de género”; instalado no sólo en la política pública, sino que también en lo cotidiano y en los más diversos ámbitos de desarrollo de nuestro país. Pero, ¿de qué hablamos cuando usamos estos términos?
“Equidad significa actuar con justicia cuando se distribuyen los recursos, reconociendo que históricamente has existido desigualdades entre mujeres y hombres en el acceso a los recursos materiales y simbólicos, ello por causa del sistema patriarcal y androcéntrico. Este principio es la base para las medidas afirmativas o también conocidas como de discriminación positiva, por ejemplo, aquellas que buscan que haya equilibrio o paridad entre hombres y mujeres en espacio de toma de decisiones”, explica la Dra. © Bárbara Eytel Pastor, directora de Equidad de Género, Universidad de La Frontera.
Entonces, ¿qué significa “igualdad de género”?
Cuando hablamos de igualdad de género, nos referimos a que las personas (hombres y mujeres, y personas de otras identidades de género) somos iguales en el sentido de que tenemos igual valor humano, es decir, un mismo potencial para el ejercicio del poder, para el desarrollo de nuestras capacidades y para ejercer nuestros derechos. Comprende una igualdad de trato, igualdad de oportunidades, igualdad de resultados y también plantea que no solamente hay una igualdad en el derecho, en las normas, sino que también esta igualdad debe evidenciarse de manera sustantiva y real.
¿Cuáles han sido los principales avances en este proceso de cambio? ¿Qué factores se relacionan con ello?
Los avances que tenemos han sido producto de las conquistas que han alcanzado las mujeres en diversos ámbitos, a través de procesos constantes. Estas luchas y la organización de las mujeres en diferentes espacios han permitido avanzar en más derechos laborales, civiles, políticos.
El hecho de que las mujeres pudiéramos obtener el derecho a voto y que hoy estemos en espacios de toma de decisiones también permite que nuestros problemas, nuestras necesidades, pero que además otras perspectivas de análisis ingresen a estos espacios.
Hay avances desde lo institucional, como tener hoy en día un Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género; también desde lo político, con el criterio de paridad en las elecciones parlamentarias, desde lo normativo, leyes como la de interrupción voluntaria del embarazo en tres causales y ley de femicidio, por nombrar algunas. También, tener hoy una Convención Constituyente paritaria da cuenta de que se reconoce que este país debe construirse sobre la base de la valoración de la voz, del conocimiento y de las propuestas de las mujeres, así como del reconocimiento y respeto irrestricto de nuestros derechos.
El hecho de que haya más mujeres aportando desde diversos espacios ha propiciado los avances. Sin embargo, más mujeres en estos espacios no necesariamente significa cambiar y transformar las estructuras androcéntricas y patriarcales existentes. Debemos avanzar hacia la instalación transversal de una mirada que transforme esas desigualdades, brechas y discriminaciones para que, efectivamente, vivamos en una sociedad respetuosa e igualitaria.
Debemos avanzar en el reconocimiento social y la valoración del trabajo de cuidados y doméstico, el que la pandemia dejó muy al descubierto. No podemos perder la oportunidad de esa responsabilidad fundamental para el desarrollo de la sociedad, sea compartida por mujeres y hombres, pero también por las comunidades y el Estado.
Desde hace décadas, la sociedad transita hacia la redefinición de los roles. En ese marco, el acceso al conocimiento y al desarrollo profesional es un reflejo de ello. ¿Cuáles son las principales brechas para impulsar con más fuerza un cambio favorable? ¿Cómo avanzar en la incorporación de la mujer en aquellas áreas del conocimiento y el quehacer profesional, que tradicionalmente han sido masculinas como la ciencia y la tecnología?
En los espacios educativos aún existe la reproducción de los roles tradicionales, además de violencias y discriminaciones de género de las cuales debemos hacernos cargo responsablemente. Tal como plantearon las mujeres de las Universidades (estudiantes, académicas y funcionarias) en mayo del 2018, debemos avanzar hacia una educación no sexista y a la instalación de instituciones de educación superior que reconozcan estas brechas y desigualdades y las aborden con urgencia. En ese sentido, los diagnósticos que se han realizado dan cuenta de que aún existe feminización de ciertas áreas profesionales (como salud y educación), así como masculinización de otras (como las ingenierías). Ello se explica por los roles tradicionales de cuidado que hemos ejercido históricamente las mujeres. Por otra parte, principalmente las mujeres se ubican en espacios de gestión “de confianza” y los hombres acceden a espacios políticos, de elecciones. Es fundamental comprender que los avances no se darán por si solos, las políticas de igualdad y equidad de género deben desarrollarse de manera tal que involucren todo el proceso educativo (preescolar, educación básica y media, educación superior). Los talentos de niñas y jóvenes no se pueden desperdiciar: el país y el mundo las necesitan.
La participación de la mujer en ciencia, tecnología, ingeniería y áreas afines es bastante menor si se la compara con la masculina. En cifras, se estima que solo el 14% de las mujeres que ingresaron a la universidad en países de la OCDE lo hicieron en áreas STEM versus 39% de los hombres. ¿Qué diferencias de género existen? ¿Cómo se reproducen estas diferencias?
Tal como lo planteaba, mujeres y hombres eligen principalmente áreas asociadas a la extensión de roles tradiciones. Las áreas de ciencias y tecnologías son espacios en los cuales encontramos principalmente a hombres, y eso ocurre porque cultural y socialmente los relacionamos a ellos con el desarrollo del pensamiento abstracto.
Es fundamental reconocer que hemos creído durante mucho tiempo que esas son diferencias naturales, pero que no lo son. Éstas han sido construidas socialmente y es nuestro deber generar todas las condiciones para que no sigamos reproduciendo esos estereotipos, que finalmente desembocan en desigualdades y discriminaciones en el desarrollo de carreras, en brechas salariales y en violencias. Para ello, debemos sumarnos desde las familias, los espacios educativos, los medios de comunicación, el Estado, es decir, ampliar y profundizar -pero también acelerar- todas las acciones para lograr en un futuro cercano esa igualdad de género.
¿Dónde están las oportunidades para abrir nuevos y mejores espacios? ¿Qué rol pueden jugar las universidades?
Las universidades tenemos un rol fundamental como espacios de formación de las y los futuros profesionales de nuestro país, pero también como generadoras de conocimiento. En ese sentido, las universidades tienen la posibilidad de ser motores transformadores de la sociedad, la que aún es desigual y patriarcal. Es por ello que el desarrollo de Políticas de Igualdad y Equidad de Género que generen las orientaciones y las acciones son fundamentales para este cambio positivo. Al respecto, es importante comprender que lograr la igualdad y la equidad de género son necesarias no sólo para las mujeres, sino que también para los hombres.
En ese sentido, la Universidad de La Frontera ha desarrollado la institucionalidad que permita ir coordinando, asesorando y orientado a las diversas estructuras universitarias en este proceso de transformación. Además, hemos generado una propuesta de política de manera participativa y deliberativa, permitiendo que el proceso mismo sea formativo en la temática. Ello también permite que toda la comunidad se comprometa con la igualdad y la equidad, desde la docencia, la investigación, la innovación y la vinculación con el medio.
Chile vive hoy un profundo proceso transformador hacia una nueva Carta Fundamental, pero no es el único cambio. ¿Cuáles pueden ser los ejes para definir nuevas políticas o estrategias de desarrollo en este ámbito?
Es fundamental que, en todas las políticas públicas, se instale la perspectiva de género. En la salud, en la educación, en la justicia, pero también en el conocimiento y en las ciencias. Tener un país justo, solidario, pero también desarrollado equitativamente implica, sí o sí, tener la perspectiva de género instalada transversalmente y permitir a las mujeres desarrollarse plenamente en todas las áreas y participar también en las decisiones. Así también, erradicar las violencias de género es urgente, y eso lo lograremos con mucha educación y compromiso de toda la sociedad.
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