En medio de la crisis sanitaria, las empresas deben adaptarse casi en su totalidad para enfrentar el nuevo escenario del COVID-19. Son varias las experiencias de quienes se ha visto obligados a implementar nuevas modalidades para adentrarse en el mundo digital.
Son miles de empresas las que, tanto de forma presencial como detrás de un computador, siguen operando en medio de la crisis sanitaria. También son muchas las que se vieron obligadas a cesar sus operaciones.
En este nuevo escenario complejo, las que subsisten son las que supieron adaptarse a las nuevas condiciones tanto económicas como sociales. Así es como distintos rubros intentan mantener sus negocios y a sus trabajadores a flote, entre cuarentenas, toque de queda y nuevas medidas de aislamiento y sanitarias que han llegado para quedarse.
En la Región de Los Ríos, el restaurante Tonizzia estaba a punto de cumplir 25 años con sus puertas abiertas, las que inesperadamente tuvieron que cerrar a partir de marzo. La situación complicó a su dueño, Patricio González, quien tuvo que cambiar la dinámica del negocio en su totalidad: “Estuvimos parados dos semanas. Tenemos a siete personas contratadas y los tuvimos esperando durante ese tiempo”.
Luego de un periodo de incertidumbre, los funcionarios, afiliados a la Administradora de Fondos de Cesantía, continuaron recibiendo el pago de las cotizaciones previsionales y se quedaron en sus casas. Pero las cuentas también debían seguir siendo pagadas.
“Nos continúan cobrando luz, maquinaria y agua, entonces volvimos a trabajar. Con mi señora, una persona al mediodía y otra en la tarde. Empezamos a organizar menús y debimos reinventarnos un poco e incorporar el servicio de delivery”, cuenta González, dueño del restaurant que pasó a vender sólo un 15% de lo usual. Pese a ello, todos sus empleados continúan con contrato, pero el panorama no es muy alentador.
Utilizando mascarillas, guantes, dispensadores de alcohol gel y garantizando la distancia social. Esa es la nueva fórmula, ya que el local ha recibido, además, a algunos comensales que van por cuenta propia a buscar sus pedidos. También los mismos dueños se han sumado a la entrega de alimentos en los domicilios de los clientes.
Todo relativamente bien, pero el nuevo “Protocolo de manejo y prevención ante COVID-19 en restaurantes, cafés y establecimientos análogos” del Ministerio de Economía, que define los futuros lineamientos para posibles reaperturas es contundente y dificulta que la situación continúe tal y como está.
Lee también: Revisa las fechas de los pagos para trabajadores acogidos a la Ley de Protección al EmpleoSegún el documento, el inmueble requerirá de zonas segregadas de entrada y salida de clientes y también para funcionarios, además de personal que implemente medidas de prevención para, por ejemplo, “controlar el ingreso al establecimiento, personal para limpieza permanente, personal que asegure que siempre haya agua limpia, jabón, alcohol, alcohol gel y contenedores de basura”, además de un miembro del equipo que sea “responsable de informar a clientes, sobre las medidas del establecimiento”.
Dichas exigencias son sólo algunas y complican la situación del emblemático restaurante: “No sé si nos van a dar los números para mantener a la cantidad de gente, tampoco sé si podremos tomar tanta medida en los metros cuadrados del restaurante”, dice González.
Con la suspensión total desde fines de marzo, la Escuela Básica Karelmapu ha debido reinventarse en su totalidad. Fue aproximadamente un mes el que pasaron los directivos y altos mandos del establecimiento, contactando a profesores y alumnos para verificar su conectividad a Internet, además del dominio de las plataformas digitales.
Actualmente trabajan casi con el 50% de sus alumnos, debido a que no todos los estudiantes tuvieron la posibilidad de acceder a un computador. Por su parte, los profesionales debieron adentrarse en el mundo de la comunicación online.
Lee también: Permiso único colectivo: Cuánto dura, cuándo entra en vigencia y quién es responsable de generarloElsa Becerra, directora de la escuela, cuenta que la movilización fue inmediata: “Hicimos tutoriales para que los profesionales aprendieran a usar las plataformas, además de un catastro para saber cuántos alumnos podrían conectarse, porque la comuna es muy vulnerable”.
El colegio está ubicado en San Ramón, y está funcionando además como centro de acopio para repartir cajas solidarias a familias que lo necesiten. Es por ello que desde esa fecha y pese a que todas las clases son por internet, el edificio no ha cerrado sus puertas.
Se entregó un computador a cada profesor que no tuviese uno propio y se organizaron reuniones de reflexión pedagógica online semanales para evaluar el funcionamiento de las clases, que ocurren siempre por medio de una plataforma virtual.
Lee también: Cómo participar de la Expo Empleos Online: Más de 1.500 opciones de trabajo disponibles“Estamos haciendo prácticamente todas las asignaturas. 60 minutos cronológicos de las principales: Lenguaje, Matemáticas, Historia y Ciencias; además de treinta a cuarenta y cinco minutos de Tecnología, Orientación y Religión; las asignaturas de Inglés y Educación Física también duran una hora exacta”, cuenta Becerra.
Para determinar el nivel de aprendizaje se ha implementado la “Evaluación Formativa”, modalidad que consiste en utilizar tres preguntas claves al final de cada lección, que determinarán si la clase logró los objetivos de enseñanza, asimismo, se utiliza la técnica del “semáforo”. “Es una especie de autoevaluación, se consulta qué fue lo aprendido y el niño se ubica en un color. Si se aventura por el verde y explica, significa que lo logró, pero si se quedó en rojo, hay que volver a explicar”, detalla la directora.
Pese al exitoso modelo que hasta ahora ha funcionado, aún queda la mitad de los estudiantes al margen.
Para ello, los profesores jefes de cada curso están localizando a los estudiantes y han entregado guías de ejercicio de distintas asignaturas. “Se hicieron visitas domiciliarias para repartirlas, obviamente tomando todas las medidas de protección. Los docentes también se organizaron en conjunto con los apoderados y hay días en que todo un curso va a buscar las guías, porque no tienen medios… o comen, o tienen conexión a internet. Es la única forma”, apunta Elsa Becerra.
Fue precisamente uno de los clientes de la empresa Decibelpixel que encendió las alarmas en la compañía sobre lo que ocurriría en Chile. En una de las reuniones, el gerente de una multitienda solicitó un “saludo de lejos”, en lugar de estrechar la mano. Venía del extranjero y el COVID-19 le preocupaba: en ese momento en nuestro país solo había un par de casos.
“Ese fin de semana empezamos a tomar medidas. El lunes tuvimos una reunión de coordinación y enviaron a todos a trabajo remoto. Se distribuyeron computadores, routers para quienes no tenían conexión a Internet y hasta escritorios para permitir el teletrabajo”, comenta Jeanfranco Suárez, jefe del área de Proyectos de la filial.
Decibelpixel está encargada de proveer aparatos tecnológicos a diversas industrias del retail, minería, transporte, salud y hotelería. En el escenario actual, la crisis sanitaria significó un arma de doble filo, por ejemplo, la demanda de cámaras para realizar videoconferencias se incrementó, sin embargo, las grandes tiendas están cerradas. Es por ello que hoy la oficina está funcionando con el mínimo de funcionarios y reuniones online.
“Han seguido activos los jefes de acuerdo a la demanda de ciertos proyectos, con requerimientos puntuales. Además de ello contamos con una flota de camionetas que ha permitido seguir entregando despachos y productos en Santiago y otras regiones con todas las medidas de higiene como el uso de mascarillas y guantes”, detalla Suárez.
De esta forma, directivos, trabajadores y clientes se han sumado a la modalidad online: “Incluso los proveedores de otros países nos enviaron mascarillas, alertándonos porque en Chile, la situación aún no era crítica”. Así, el funcionamiento de la filial ha requerido un trabajo colaborativo en el que todos han sido partícipes, además de un viaje casi completo a las ventas online y las reuniones tras la pantalla.
Son las modalidades a las que obliga la pandemia. Un cambio radical en la forma de relacionarnos, entregar servicios y producir bienes de consumo para su distribución. Adaptarse a la nueva realidad o morir en el intento parece ser la consigna.