Stephanie Soto hace un repaso de su historia de amor con David Florido, a quien conoció de casualidad y "me encantó al tiro". Su relación fue muy intensa y rápida, de la cual surgió su hija de tan solo 6 meses. Pero entre los recuerdos, también surgen las reflexiones de lo que pudo haber salido mal ese fatídico 10 de junio.
"Todos los planes, todos los sueños, toda nuestra historia terminaron en un segundo". Stephanie Soto, novia del carabinero David Florido (33), asesinado el pasado viernes 10 de junio durante un procedimiento en Pedro Aguirre Cerda, lamenta la muerte de su compañero de vida y padre de su hija de tan solo 6 meses, haciendo un repaso de los hechos que llevaron a ese resultado que enlutó al país.
La historia de ambos comenzó hace poco menos de dos años, cuando se conocieron en una convivencia de amigos en común. Según recuerda Stephanie, fue prácticamente un flechazo a primera vista, asegurando a LUN que debido al uso de mascarillas, "sus ojos eran lo único que podía ver de él, pero con eso me bastó. Me encantó al tiro. No sé cómo explicarlo".
En esa primera jornada no hubo mucha interacción, pero luego una amiga le contó que se trataba de David Florido, carabinero de la Tenencia de Pedro Aguirre Cerda. Y fue esa misma persona quien actuó de Cupido, ya que los invitó a ambos a su cumpleaños al día siguiente.
"A partir de ahí fue todo muy rápido", confiesa Soto. "Conversamos harto. Le dije que me había caído bien y él me dijo que le gustaría que saliéramos los dos solos. Yo vivía con mis papás y mi hijo de 10 años a una cuadra de la tenencia donde trabajaba David. Desde entonces hablábamos todos los días. Todos. Él me iba a ver después de su turno o a veces yo lo iba a ver a la tenencia", continúa.
Había pasado un mes del primer beso que compartieron y después iniciaron su pololeo. De hecho hay algo que la marcó desde el comienzo, ya que según dice, "al poco tiempo de estar juntos, me dijo que después de 17 años se había vuelto a enamorar. Quería que lo supiera, que lo que sentía era muy fuerte. Y yo sentía lo mismo. Yo venía saliendo de una muy mala relación y él de un matrimonio que no resultó y de pronto sentimos esto juntos. Fue muy bonito".
No pasó mucho tiempo hasta que surgieron los primeros "te amo", y el siguiente paso fue la propuesta de tener un hijo. Una planificación de la que surgió Nicole, su guagua de seis meses de vida.
"Cuando tenía dos meses de embarazo, me dijo que nos fuéramos a vivir juntos. Encontramos una casa en Pedro Aguirre Cerda, cerca de su trabajo. Fue una decisión importante irnos a vivir juntos porque mi hijo no se lleva muy bien con su padre y David lo quiso como un padre, y mi hijo, de hecho, lo llamaba padre. El tiempo que estuvieron juntos le enseñó muchas cosas, lo hizo madurar mucho", señala Stephanie respecto de este hombre que también deja atrás a una hija de 6 años.
Los planes entre la pareja continuaron, proyectándose con tener otro bebé, además de los trámites de divorcio que Florido había emprendido para luego contraer matrimonio con Stephanie. "También había postulado a la Escuela de Suboficiales, porque quería ascender. En septiembre daba los exámenes", cuenta.
Pero las funciones de David no siempre se concentraron en Santiago. Según revela Stephanie, trabajó durante diez años en el norte -fronteras, Pozo Almonte, Iquique y Huara-, hasta que fue derivado a la capital. Cuando eso sucedió, "empezó a tirar licencias. Todos los lugares acá son las peligrosos, sobre todo donde lo habían destinado. Pero al final aceptó su destino no más".
Aún así, ella asegura que al uniformado "le encantaba su trabajo", lo que puede deducir de los relatos que muchas veces escuchó respecto de los procedimientos a los que asistía. "Le gustaba la adrenalina. No le gustaba que se le arrancara nadie, le gustaba pillar a los delincuentes, a los traficantes. No se quedaba quieto. Iba a todas", afirma. Una característica que sería crucial en el operativo que le causó la muerte.
Al momento de recordar ese fatídico 10 de junio, Stephanie mira todo como una señal premonitoria. Con una rutina rápida de levantarse, ducharse y vestirse, ella sostiene que esa mañana "se detuvo a mitad de camino para darme un abrazo muy apretado. Te amo, me dijo. Yo también te amo, le dije de vuelta. Luego, en la tarde, fue a buscar su almuerzo y esa fue la última vez que lo vi".
Ya transcurrida esa tarde, ella empezó a vivir diferentes cosas extrañas que la alertaron de algo malo. "Primero me llamó mi mamá para preguntarme el nombre completo de David. Se lo di, pero después lo encontré súper raro. Después me llamaron mis hermanas. ¿Estás con David?, me preguntaron. No, está trabajando, decía yo. Después me llamaron la mamá de David y luego sus hermanos".
"Yo ya estaba desesperada cuando al final me llamó una ex compañera de colegio que está casada con un carabinero. Fue ella la que me dijo lo que había ocurrido. Que David había recibido un balazo en la cabeza y que estaba en el Hospital Barros Luco".
Continuando con su relato, Stephanie asegura que apenas se enteró de esto "me volví loca". En ese momento estaba en compañía de su padre, quien la llevó al recinto médico donde recibió la triste noticia de la muerte de David.
"Entré a una sala donde estaban todos sus compañeros. Uno de ellos me dijo que David había muerto. Enloquecí. Entré en la sala donde estaba, todo ensangrentado y muerto. Lloré, grité, pataleé. Mal, mal, mal. Se me nubló todo. No se puede describir tanto dolor".
De la mano del sufrimiento, llegan también las reflexiones que invitan a repasar una y otra vez aquellas cosas que pudieron haber salido mal. "Pienso en su última noche, en su último procedimiento, cuando le dijeron a David que debía ir a una barbería donde había hombres armados con pistolas automáticas. Los mandaron solos y David seguramente no dudó, porque siempre iba a todas. Pero no debió haber ido a ese lugar en esas condiciones", sentencia.