Pasan los años y todavía existe un vertedero de tóxicos cercano a poblaciones de Arica. Por casi una década los vecinos convivieron al lado de una montaña de veneno contaminante. Llegada la democracia, las autoridades levantaron viviendas sociales para los más necesitados en los alrededores de un basurero industrial, por resultar más barato. En consecuencia, los vecinos han sufrido los estragos del arsénico, el plomo, el mercurio y otros químicos traídos desde Suecia por una empresa chilena que recibió una millonaria suma de dinero por convertir la zona en un basurero industrial. Numerosas personas han tenido enfermedades e incluso han muerto a causa de la exposición a los metales tóxicos. Hasta la ONU emitió un informe al respecto y quedó a la espera de la respuesta del Estado chileno y de Suecia.