Estas son las zonas donde la energía se ha acumulado por años y donde la probabilidad de un movimiento telúrico de mayores proporciones es más alta. Las lagunas sísmicas son parte del foco de estudio de los científicos nacionales.
No es alarmar, sino que concientizar. Nacer en Chile significa aprender a convivir con los terremotos. Catástrofe natural que se debe estudiar para estar siempre preparados y en todo el país. Pero hay zonas donde la acumulación de energía es mayor, porque hace mucho no hay terremotos y, por ende, la acumulación de energía es mayor. Son las llamadas lagunas sísmicas.
En la imagen de abajo se muestran los lugares afectados por grandes terremotos en los últimos años. En morado se marca la zona de ruptura del sismo, donde la energía se liberó. La zona donde hoy la acumulación de energía es menor.
Sin embargo, de acuerdo a Daniel Melnick, académico Núcleo Milenio Cyclo de la Universidad Austral de Chile, pueden haber terremotos en cualquier lado de Chile, incluso en aquellos donde la energía se ha liberado. Prueba de ello es el terremoto de Quellón en el 2016, que ocurrió en una zona donde supuestamente la energía se liberó en el terremoto de 1960.
Esas son las cuatro zonas que causan preocupación: las lagunas sísmicas. Ahí no han ocurrido terremotos hace mucho tiempo. La primera es el norte, desde Ilo, Perú, hasta Pisagua. En esa zona la energía se viene acumulando desde 1868.
La segunda zona va desde Punta Patache, al sur de Iquique, hasta Tocopilla, mientras que la tercera abarca las regiones de Atacama y Coquimbo desde Tal Tal a Tongoy, donde el último terremoto de importancia fue en 1922.
Finalmente, la cuarta y última zona va desde Los Vilos a Pichilemu, justo frete a Santiago y Valparaíso. Pero inmediatamente surge la pregunta. ¿Por qué dicha zona es considerada laguna sísmica si hubo un terremoto reciente, en 1985? Según Daniel Melnick, este se debe porque dicho terremoto liberó la energía acumulada en la parte profunda de la zona de subducción, mientras que la última vez que la energía se liberó en su parte superior fue en el terremoto de 1730. Es decir, casi 300 años de acumulación de energía, por lo que hay que estar alertas.
Ahora, si la emergencia se produce, viene la actuación de los organismo respectivos. Tras las críticas posteriores a la tragedia del 27F, la Onemi y el SHOA han modernizado su tecnología y actualizado sus protocolos.
Así, de acuerdo a Ricardo Toro, director nacional de Onemi, si antes el SHOA se demoraba 20 minutos es determinar si un sismo podía producir un tsunami, hoy demora entre 6 o 7 minutos. Algo vital considerando que si ocurre un sismo costera, la primera ola de un tsunami puede llegar a los 15 minutos.
Para esta labor, la Onemi cuenta con cerca de 2 mil colaboradores a nivel país entrenados en detectar la escala Mercalli cuando perciben un sismo. Así, se da inicio al protocolo de emergencia.
Si dos de esos funcionarios informan que el sismo es mayor a 7 en la escala Mercalli en una zona costera inmediatamente se activa el protocolo de alerta de evacuación preventiva del borde costero:
- Primero, se activan las sirenas de ambulancias, bomberos y carabineros.
- Luego se da el aviso a través de celulares con el sistema de Alerta de emergencia.
- Tras un máximo de 7 minutos el SHOA da el resultado de su primera evaluación si el sismo reúne condiciones de tsunami.
- Si es efectivo, la evacuación sigue su curso. En tanto que si no hay riesgo de tsunami, la evacuación igual continuará por 15 minutos, hasta un segundo rechequeo del SHOA.