No podemos sostener una economía con aspiración de desarrollo si menos del 5% del gasto en investigación proviene del sector privado; si seguimos sustentando nuestras exportaciones en agricultura, pesca, minería y forestal, agregando muy poco valor a lo que producimos.
Miércoles 7 de junio de 2017 | 14:47
Los desafíos de innovación para nuestro país no son sólo el argumento para proporcionar más recursos a CORFO, son las raíces en las cuales se sostendrá nuestro futuro árbol de productividad y competitividad, elementos básicos en cualquier economía desarrollada.
Es un hecho que la apertura hacia los mercados impulsada como una política de estado, más allá del gobierno de turno, ha proporcionado a Chile innumerables beneficios, transformándonos en una de las economías más pujantes de América Latina entre fines del siglo XX y principios del XXI. Sin embargo, al hacer "doble clic" en las curvas de crecimiento y luego en la composición del Producto Interno Bruto (P.I.B.), podemos evidenciar que hemos sustentado nuestro destacado crecimiento en la capacidad de producir y vender commodities a un bajo precio, producto de las condiciones naturales y en otros casos por hipotecar el medio ambiente y las relaciones con las comunidades.
Inevitablemente, más temprano que tarde, nuestros recursos naturales se agotarán y sin duda las exigencias de los mercados externos se incrementarán a favor del respeto por el medio ambiente y a las relaciones con las comunidades. Es imperativo por lo tanto adaptarnos a las necesidades de nuestros socios comerciales y prepararnos para poder continuar nuestra relación tras esta evolución.
No podemos sostener una economía con aspiración de desarrollo si menos del 5% del gasto en investigación proviene del sector privado; si seguimos sustentando nuestras exportaciones en agricultura, pesca, minería y forestal, agregando muy poco valor a lo que producimos. Sin duda se hace lejana la aspiración de desarrollo para Chile si no somos capaces de entender que la innovación es el principal desafío para las próximas décadas y es ahí donde debemos colocar el acento de las políticas públicas de fomento y producción.
Debemos comenzar por reformar la educación, pero desde el aula, fomentando la creatividad de nuestros niños y jóvenes, otorgándoles espacio para la colaboración y el pensamiento colectivo. Debemos buscar la enseñanza por colaboración y luego competencia. En nuestras escuelas debemos, ante todo, propiciar que los niños no pierdan su capacidad de crear a medida que crecen y se transforman en adultos apáticos, cuadrados y llenos de paradigmas. La tecnología es una de las palancas más potentes de la innovación y es justamente allí donde tenemos uno de nuestros principales "talones de Aquiles". Nuestros profesores no son expertos en tecnología, no la promueven y no se cultiva el encanto por la disciplina, al punto que existen déficit de más de 30.000 técnicos y profesionales en área de la TIC's actualmente y se proyecta un déficit mayor en los próximos años. Nuestras escuelas necesitan especialistas tecnológicos trabajando transversalmente como los docentes de otras disciplinas. Las escuelas requieren de laboratorios para aprender por ejemplo robótica y al finalizar octavo básico, ésta sea una competencia de egreso garantizada.
Se requiere de la voluntad y de la generosidad de todos quienes somos parte del sistema educativo, comenzando por no oponerse a los cambios que nuestro país necesita, sino que por el contrario fomentar las acciones que nos permitirán dar el salto de innovación que Chile requiere si pretende transformarse en un país desarrollado.